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martes, 9 de noviembre de 2010

A PEDALES POR EL PAÍS SENUFO Y EL PAÍS LOBI

Desde las páginas de este blog quiero rendir homenaje a aquellos pioneros que se atrevieron a escribir sobre viajes en la red. Cuando Internet, en nuestro país, aún estaba en pañales y mucha gente no disponía de una conexión (y si la tenía iba a paso de tortuga coja), hubo algunos intentos de crear webs dedicadas al relato viajero. Una de esas gloriosas páginas fue Ulises, creada y mantenida por el periodista Jaume Codina. La aventura duró poco, de 1996 a 1998, pero ese corto tiempo fue suficiente para ofrecer al público un buen número de escritos, algunos de firmas de prestigio. Tuve el privilegio de poder publicar varios artículos en Ulises, y ahora os presento el último de todos ellos -tal vez fuera de época en algún aspecto-, pero es lo que se escribía entonces. Para no hacerme demasiado pesado lo colgaré en dos capítulos.



Descubrir una pequeña parte de África Occidental a lomos de una bicicleta de montaña es una experiencia única. La aventura la empezamos al abrigo del Golfo de Guinea, en Costa de Marfil. La ecléctica ciudad de Abiyán, donde se mezclan rascacielos y los barrios de chabolas "bidon-villes", es nuestra puerta de entrada.
El primer contacto con suelo africano es sobre asfalto. Un corto recorrido desde el hotel nos lleva al puerto, donde contemplamos los resultados de la expoliación. Miles de cadáveres de inmensos árboles esperan destinos lejanos. Las maderas preciosas lucirán en ricas mansiones de Norteamérica, Europa y Japón, y al mismo tiempo los bosques tropicales irán desapareciendo.
En las afueras de Abidjan observamos un espectáculo único: los lavaderos. En aguas poco profundas de un río, se amontonan hombres, mujeres y niños. Cada uno dispone de una piedra donde lava una tras otra las piezas que va sacando de un saco. Después, en la orilla y sobre la hierba alinean la ropa para secarla. Es como un "patchwork" enorme y multicolor. Sentimos curiosidad de cómo lo hacen para devolver cada pieza a su propietario, pues no utilizan ninguna señal para distinguirlas.
La primera etapa de verdad nos lleva hasta Grand Bassam. Son 40 km de buena carretera entre Abidjan y la que fue en su tiempo capital colonial. Todo el recorrido es paralelo al océano y bajo la sombra de miles de cocoteros. Ahora, Gran Bassam es una ciudad fantasma, pero aún conserva algunos de los nobles edificios gubernamentales. Los franceses la abandonaron tras sufrir varias epidemias mortíferas. Un hotelito de playa, incluso con piscina, será uno de nuestros últimos lujos del viaje. Además, aquí se come un excelente marisco. Bien alimentados y descansados iniciamos una etapa de enlace que por exigencias de guión nos obliga a subir las bicis en el vehículo de apoyo, así evitamos un largo tramo de carretera hasta Yamoussoukro.
Yamoussoukro, la nueva capital administrativa, construida en plena selva es considerada la Brasilia de África. De esta ciudad, tipo de espejismo y excentricidad, nos sorprende un edificio singular. Se trata de una réplica exacta de la basílica del Vaticano. Las únicas diferencias respecto a la sede Pontificia son que en el edificio africano las medidas siempre son más grandes y los materiales de construcción más lujosos. Así, por ejemplo, los suelos están cubiertos por de mármol de Carrara, los asientos son de maderas nobles, y hay que ver los detalles que ofrece la iglesia a sus feligreses: en frente de cada banco hay una salida de aire acondicionado. Dejamos tanto desenfreno sin medida y tomamos, ya sobre nuestras bicis, una de las grandes avenidas que se pierden en la selva ...
A la salida de Tortiya, poblado situado a orillas del río Bou, encontramos un puente hundido. Hay que cruzar un arroyo, es nuestra primera remojada. Después los patinazos se suceden, pues todo está embalsado y la arcilla que pisamos con las ruedas es muy resbaladiza.
El "campement" de Savadougou es un simple cubierto, con unos somieres protegidos por mosquitera. El espartano del alojamiento queda compensado por su cocina. Se come de película.
La siguiente etapa es la primera de las "antropológicas". Visitamos las minas y los campamentos mineros del río Bou. Hay cientos de buscadores de diamantes, son inmigrantes ilegales y el trabajo en teoría "clandestino". Unos hacen agujeros por todas partes, otros lavan con la tierra recién removida. Antiguamente aquí hubo una gran industria diamantífera, ahora desmantelada.
El día siguiente, aunque en la misma región, lo aprovechamos para realizar un recorrido "trialero" por la selva, con vuelta en canoa a nuestro campamento. El susto de la jornada es la presencia de hipopótamos en el curso del río, los cuales pueden poner en peligro nuestras frágiles embarcaciones.
120 km de buena pista son los que nos separan de Korhogo, el centro más importante de los Senufo. Durante el recorrido cruzamos interesantes parajes: Natiiemboro, con el bosque sagrado de Siolokaha, el lac Solomougou área de fetiches de Kakologo.

 




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