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martes, 25 de septiembre de 2012

Expedición al Shisha Pangma


Inici del formulari

Escribo estas líneas con la añoranza de una fabulosa experiencia montañera y a la vez con el amargo regusto de haberme enterado hace un par de días de la pérdida de Martí Gasull, un querido alpinista del barrio barcelonés de Gràcia, sepultado por una terrible avalancha en el Manaslu . Descansa en paz Martí.

El Shisha Pangma visto desde el campo base avanzado

Hace exactamente veinte años, en la tarde del 26 de septiembre de 1992, que después de muchos esfuerzos, las granadinas Amparo Ortega e Inmaculada Fernández, con las que hice cordada, pudimos alcanzar la cumbre del Shisha Pangma central siguiendo la arista norte.


Esta montaña tibetana tiene una altura de 8.027 metros en su cumbre principal y 8.013 m en el central, por lo tanto es el más "pequeño" de los catorce picos de más de ocho mil metros que hay en la Tierra.


Desde este blog, quiero recordar a las demás personas que llegaron a la cima del Shisha Pangma el mismo día: la alpinista catalana Magda Nos y el sherpa Ang Phuri, y los dos componentes de la expedición Sabadell - 92, Rafael Fuentes y Toni Bericat, acompañados del nepalí Saila Tamang. Y sobre todo un especial recuerdo para el sherpa que nos ayudó durante el accidentado descenso hacia el campo III situado a 7.600 metros (una de las chicas desarrolló ceguera de la nieve y debido a la lenta bajada se nos hizo de noche). También agradecer a Enric Ripoll de la agencia de viajes Muztag, su ayuda en la organización de la expedición y su labor durante la misma, colaborando en todo momento hasta más arriba del campo III.

El autor durante la ascensión

Aunque hayan pasado dos décadas, los recuerdos de la ascensión a una de las más grandes montañas del Himalaya y por tanto de nuestro planeta son de aquellos que no se borran. Tengo bien grabados en la memoria todos y cada uno de los momentos de la expedición, desde los problemas burocráticos en las aduanas nepalí y china para pasar con un camión cargado de víveres y material de montaña, hasta el regreso a Katmandú, cuando me robaron un petate con todas mis pertenencias, incluidos casi todos los carretes fotográficos con el material gráfico de la expedición. Y sobre todo tengo bien presente el día de la ascensión, el retraso que fuimos acumulando por la mala condición de una nieve demasiado profunda, y en especial el descenso en circunstancias precarias, una noche muy, muy fría (las linternas dejaron de funcionar seguramente debido a las bajas temperaturas) y la dificultad en encontrar la traza en la oscuridad. Evoco como si fuera ayer el momento en que vimos las señales luminosas que nos hacían desde el campo III, y la rápida ascensión de un anónimo sherpa que vino a buscarnos y nos ayudó a bajar a la chica que había quedado sin visión. La acción de este sherpa es una más de las muestras que nos hace ver la especial condición y valor de este pueblo que dedica sus esfuerzos a que los alpinistas de todo el mundo podamos alcanzar las montañas más elevadas.


Aquella fue la primera vez y única, que me atreví con un ocho mil. La experiencia recogida a lo largo de muchos años de aprendizaje, primero en los Pirineos, luego los Alpes y ya más tarde en grandes montañas de más de siete mil metros, me pareció suficiente para atreverme a con el más modesto de los catorce ocho miles. El Shisha Pangma, también conocido como Gosaithan, es considerado uno de los gigantes "fáciles", aunque pienso que por encima de los 7.500 metros no hay nada fácil si las condiciones se te ponen en contra. Por suerte esa temporada post-monzón fue benévola con los montañeros y a pesar temperaturas muy bajas, mantuvo durante bastantes días los cielos bien serenos. El grupo expedicionario, que pese a ser heterogéneo, se comportó con mucha camaradería, donde todos colaboraron ​​en la consecución de la cima, y ​​el hecho de que los dioses de las montañas nos fueran propicios, seguramente fueron los elementos precisos de un cocktail perfecto.
El autor, Amparo Ortega y Macu Fernández de regreso a Barcelona

El recibimiento

Dudo mucho que algún día se me pase por la cabeza de dirigir los pasos hacia otro ocho mil, para estar allí se requiere demasiado esfuerzo y sufrimiento, pero las lecciones que me dio aquella montaña, seguro me seguirán sirviendo en las ascensiones más modestas. El mundo está lleno de cumbres de moderada dificultad en las que siempre se puede encontrar lo que uno busca.

miércoles, 30 de mayo de 2012

GUÍA DE CHINA: EL PATRIMONIO MUNDIAL DE LA UNESCO (VIII)


AREA DE INTERÉS PANORÁMICO E HISTÓRICO DE HUANGLONG



A finales del año pasado publiqué en el blog un artículo en el que os describía el parque de Jiuzhaigou. Entonces ya indiqué que muy cerca de allí había otro lugar de belleza natural indescriptible. Se trata de Huanglong (el Dragón Amarillo), y se encuentra también en la provincia de Sichuan, a unos 150 kilómetros al noroeste de Chengdu, la capital provincial y a unos 50 km al norte de Songpan, una población que había sido una guarnición militar durante la dinastía Qing. El conjunto, fue declarado Patrimonio Mundial de la Unesco en 1992.
Songpan
El parque de Huanglong tiene una superficie de 70.000 Ha. La zona principal es la que aprovecha el valle de Fuijiang y que sube desde los 1.700 metros sobre el nivel del mar hasta el 5.588 m. cima del Xuebaoding (Pico de la Montaña Nevada), punto culminante de la cordillera Min Shan. De hecho, esta montaña, con sus nieves perpetuas, es el telón de fondo perfecto al conjunto paisajístico que se despliega pendiente arriba de manera parecida a un dragón.
El clima se caracteriza por sus bajas temperaturas. La precipitación media es de 715,4 mm anuales. Entre mayo y septiembre es cuando se produce el 70% de las precipitaciones, muchas veces, aunque sea verano son en forma de nieve.


El atractivo principal de Huanglong es sin duda la peculiar estructura geológica, que a su vez es la que configura uno de los paisajes más surrealistas del planeta. En sólo de 3,6 kilómetros de longitud se han formado hasta cuatro mil lagos. Estos pequeños lagos se asientan sobre la base caliza del terreno y están construidos de travertino (roca sedimentaria formada por calcita). Los depósitos de agua quedan frenados por barreras naturales de restos orgánicos, principalmente hojas secas y así se forman las pequeñas piscinas. Además, la presencia de algas y bacterias en el agua da una coloración cada una de las pozas. La paleta de colores va del amarillo al azul, pasando por el naranja y el verde, en todas las tonalidades.



La disposición de la reserva se escalonada. La parte baja, entre los 1.700 metros y los 2.300 m, se encuentra cubierta por bosque denso, con predominio de los abetos y los arces. El siguiente nicho llega hasta los 3.600 m, y es un ecosistema conformado por terreno subalpino, con profusión de alerces, abedules y abetos. Ya más arriba, hasta la cota aproximada de los 4.200 m el bosque se esclarece y deja paso a los prados alpinos y zonas arbustivas de rododendro. La franja comprendida entre los 4.200 m y los 4.800/5.000 m  apenas muestra signos de vegetación, y finalmente, la parte más alta es un mundo árido, donde sólo se encuentra roca y nieve.




Los paisajes lacustres más interesantes se encuentran a partir de que el bosque se aclara, por encima de los 3.280 m; a partir de este punto aparecen los primeros lagos, a esta zona se le llama Huanglonggou (el Barranco del Dragón Amarillo). Se ha construido un itinerario por los turistas sobre pasarelas elevadas de madera, así se evita deteriorar las formaciones de travertino y a la vez se disfruta de una magnífica vista del conjunto. El recorrido preparado para las visitas acaba un poco por encima de los 3.600 m, justo una vez sobrepasado el templo Huanglongsi y por encima del lago Multicolor. Este último lago es el más fotografiado de todos los estanques. En una sola superficie aparecen casi todos los colores. Detrás del Lago Multicolor se alza majestuosa la montaña Xuebaoding. A lo largo del recorrido ascendente se pueden contemplar formaciones cársticas, destacando algunas espectaculares cascadas.
Lago Multicolor
Lago Multicolor i templo Huaglongsi
Uno de los grandes valores de Huanglong es la variedad botánica, con 101 plantas medicinales consideradas de interés por su valor medicinal y ornamental. La fauna es excepcional, con la presencia de 59 especies de mamíferos, 155 de aves, 5 de reptiles, 5 de anfibios y tan sólo dos de peces. Aunque sea muy difícil observar animales en este contexto (pocas bestias se acercan donde están las aglomeraciones de turistas), hay que saber que entre los bosques de montaña se esconden algunas especies en peligro de extinción y otras muy raras, entre ellas el panda gigante (Ailuropoda melanoleuca), el panda rojo (Ailurus fulgens), el mono dorado de nariz chata (rhinopitecus roxellana), el perro salvaje asiático (Cuon alpinus), el oso negro asiático (Ursus thibetanus), el takin (Budorcas taxicolor), el serao chino (Capricornio milneedwardsii) y el leopardo de las nieves (Uncia uncia).


Si algún día tenéis ocasión de visitar la provincia de Sichuan, no dejéis de visitar los dos parques de los que os he hablado: Juizhaigou y Huanglong. Más adelante os escribiré la descripción de algún lugar más de esta zona privilegiada de China.


* Texto extraído en parte del libro: RUMBOA CHINA, de Toni Vives y Josep Giró. Editorial Laertes.


domingo, 1 de abril de 2012

GUÍA DEL ECUADOR, SU PATRIMONIO MUNDIAL (II): CUENCA

San Sebastián

Santa Ana de los Ríos de Cuenca, la Atenas del Ecuador


Cada vez que tengo que escribir o hablar de la ciudad ecuatoriana de Cuenca, lo primero que me viene a la cabeza es el miedo que pasé allí un día de finales septiembre del año 2005. Estaba cenando en un buen restaurante del barrio del Barranco, cuando de repente todo empezó a tambalearse. Los platos se movían, las copas se tumbaban, las lámparas bailaban y los comensales nos mirábamos unos a otros sin saber demasiado qué hacer. La gente de Cuenca era la única que se mostraba impasible, decían "sólo es un temblor". Pero a los extranjeros ese "temblor" nos pareció larguísimo, y nos faltó poco para escondernos bajo las mesas o salir corriendo a la calle. Pienso que a mí me afectó más que a otra gente, pues durante el rato que duró el terremoto me venían a la memoria unas imágenes vividas el año anterior. La Unesco me había enviado a fotografiar la ciudadela de Bam (Irán) - un día os hablaré de este fabuloso lugar- y allí, el día de San Esteban de 2003 había habido un terrorífico terremoto. Murió más de la mitad de la población, más de 46.000 personas. Cuando fui a hacer fotos en Bam, sólo hacía unos meses del suceso y el ambiente que se respiraba era de desolación y destrucción.
Casas entorno al Parque Calderón
Pero mejor dejémonos de divagaciones y vayamos al tema. La ciudad de la que hoy os hablo es considerada por muchos ecuatorianos como la ciudad más bonita del país. El centro histórico muestra orgullosamente los recuerdos de un pasado colonial espléndido. El señorío de las calles, las viejas mansiones con cuidados patios y la innata elegancia de la que hace gala el conjunto del casco urbano, dan la razón a todos aquellos que han ideado epítetos tan acertados como el de “Cuenca, tesoro escondido del Ecuador”, “Capital cultural del Ecuador "o" La Atenas del Ecuador ». Todos los valores que guarda le valieron ingresar en 1999 en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.

San Francisco
Cuenca es la tercera ciudad del país, capital de la provincia de Azuay, en plena zona de la Sierra, a una altura de 2.541 metros, y se encuentra 472 km al sur de Quito y 241 km al sureste de Guayaquil. Su población supera de poco los 300.000 habitantes.
Ruinas de Todos los Santos
La ciudad puede vanagloriarse de haber encontrado un perfecto equilibrio arquitectónico entre una tradición cultural, herencia del dominio español y de una nueva forma de concebir el urbanismo. Pero no toda la belleza de Cuenca es obra del hombre, la propia naturaleza ya había dotado de unos encantos especiales a la llanura Paucarbamaba, lugar donde se asienta la ciudad, y que en la lengua indígena cañarí significa «llanura de flores y pájaros», además, los cuatro ríos que la bañan han servido para dignificar aún más su privilegiado paisaje. Pero Cuenca no sólo es eso, sino el fruto de una larga suma de atributos como son los mercados, los puestos de flores, la variada artesanía, la simpatía de sus gentes, la herencia de sus intelectuales e hijos ilustres y como no la huella dejadas por los cañarís y los incas.

Las Conceptas
La cultura Cañar o cañarí se desarrolló en estas tierras y fue de las más avanzadas de los Andes. Sus orígenes son confusos, situándose hacia el siglo VI d.C. En donde hoy se levanta Cuenca tenían su principal asiento, Guapondelig. La llegada del inca Yupanqui al frente de 40.000 guerreros truncó la evolución de los cañarís y después de duros enfrentamientos fueron asimilados por el imperio inca hacia el año 1470. En el mismo emplazamiento de Guapondelig fundaron la ciudad de Tomebamba.

El hijo de Tupac Yupanqui, Huayna Capac, nació en Tomebamba y al hacerse con las riendas del imperio inca quiso convertir su ciudad natal en una capital tan esplendorosa como Cusco, haciéndose construir un palacio llamado Pumapungo (Puerta del Puma). Al morir Huayna Capac en 1527, sus hijos se repartieron el imperio; Atahualpa heredó el norte, con importantes ciudades, entre ellas Tomebamba, mientras que Huáscar se quedaba con Cusco como centro de la zona sur. Las disputas entre los dos hermanos no tardaron en convertirse en una guerra civil. Los nobles cañarís, educados en Cuzco, pero que seguían habitando en Tomebamba, se pusieron al lado de Huáscar provocando las iras de Atahualpa, el cual destruyó la ciudad y masacró a la clase dominante cañarí.


En 1547 el conquistador y cronista español Cieza de León llegó a Tomebamba, pero ésta ya no era más que un montón de ruinas. El día 12 de abril de 1557, el también español Gil Ramírez Dávalos por encargo del virrey de Lima funda la nueva ciudad. Fue bautizada con el poético nombre de «Santa Ana de los Ríos de Cuenca», en una clara alusión a los cuatro ríos que riegan el fértil valle, el Tomebamba, el Machángara, el Yanuncay y el Turquí, y también el nombre sugiere a la Cuenca de España. El mismo año de la fundación se iniciaban las obras de la catedral, el primer paso de lo que sería importante centro colonial. Cuenca se liberó de la corona española el 3 de noviembre de 1820.

Catedral Vieja
La Catedral Vieja, ahora conocida como iglesia del Sagrario, utilizó sillares incas en su construcción; estas piedras provenían del destruido palacio Pumapungo. Este edificio además tiene una historia ligada con la ciencia. El pináculo de su campanario sirvió de vértice para determinar el arco del meridiano terrestre, en la misión geodésica francesa de Carlos María de la Condamine, en el año 1739.

Catedral Nueva
En 1885 se empezó a construir una nueva catedral, la cual no se terminó hasta el año 1967. Es una construcción colosal, de las más grandes catedrales de América. Una de sus características, al igual que la mayoría de iglesias de la ciudad, es que las torres de los campanarios son bajitas en comparación al resto del edificio, esto es para evitar que caigan a consecuencia de los frecuentes terremotos.

Todos los Santos
Paseando por el casco antiguo de Cuenca se pueden ver muchas más iglesias interesantes, también hay monasterios, alguno de ellos reconvertido en museo. Las ruinas del período inca están bastante deterioradas, pero aún se pueden contemplar dos importantes conjuntos: las de "Todos los Santos" y los restos del palacio de Pumapungo. Otro de los atractivos arquitectónicos es bastante más reciente en el tiempo, y es el conjunto de edificios singulares construidos entre los siglos XVIII y XX. Muchas de estas mansiones señoriales son ahora hoteles lujosos, museos o centros oficiales.

Barrio el Barranco
El barrio «El Barranco», construido sobre un promontorio, es el más pintoresco de la ciudad; las casas parecen estar suspendidas en el vacío, sobre el curso del río Tomebamba, desde la parte alta se contempla una dilatada panorámica. La visión de El Barranco, recuerda curiosamente la ciudad española de Cuenca con sus típicas casas colgantes.

Parque Nacional de Cajas
Dieciocho kilómetros al oeste de Cuenca se encuentra el parque nacional de Cajas, un lugar de alto valor paisajístico. Sus montañas llegan hasta los 4.450 metros de altura; en medio de las peñas y lagos, discurre el antiguo camino inca. Bosques en estado puro, valles cerrados formando lagos de aguas cristalinas y amplias zonas de páramo, componen este bellísimo lugar de orografía compleja. La fauna es la propia de estas alturas, con la presencia destacada de pumas, osos de antifaz y los majestuosos cóndores.


Sin lugar a dudas, en una visita a Ecuador, conviene dedicar al menos un par de días a conocer la ciudad andina de Cuenca.


* Texto inspirado en parte del libro: RUMBO A ECUADRORY GALÁPAGOS, de Toni Vives. Editorial Laertes.


jueves, 1 de marzo de 2012

GUÍA DE CHINA: GUANGZHOU (CANTÓN)



QINGPING, UN MERCADO QUE PUEDE HERIR LA SUSCEPTIBILIDAD DEL ESPECTADOR


Las palabras alimentación y mercado andan bastante unidas. Ambas implican un  conjunto de conceptos y nociones que se interrelacionan.  En el ámbito viajero parece claro que tanto un vocablo como el otro forman parte imprescindible de lo que se debe tener en cuenta en cualquier periplo que se precie. Que la gastronomía es cultura, ya lo sabemos, o almenos lo tenemos asumido así. También aceptamos que lo que se come es sabroso o no, en función de unos gustos muy subjetivos y que cada cultura aprecia mucho más unos productos alimenticios que otros.









Las personas que tienen la suerte de conocer mundo y civilizaciones diferentes, suelen sostener la teoría que para convertir el viaje en más “auténtico” deberían comerse los productos autóctonos y cocinados tal como dictan las normas del lugar. Pero una cosa es la teoría y otra es la realidad. A veces, ante determinados platos, ni los paladares y estómagos más curtidos son capaces de admitir que “aquello” sea comestible y los compromisos adquiridos de seguir una dieta indígena se posponen para mejores ocasiones.
            Otra de las afirmaciones viajeras es convenir que la visita a los mercados es una de las mejores maneras de conocer el país o pueblo que nos acoge. Es cierto que en ferias, bazares, zocos, lonjas, rastros y demás puntos donde la gente se junta para comprar y vender, existen suficientes indicios para permitir una aproximación a la cultura anfitriona. Ese supuesto es aplicable incluso en China, el inmenso país oriental donde la capacidad de sorprender al visitante excede la norma. Existen allí muchos mercados, algunos tan interesantes y coloridos como los de Xi’an (província de Shanxi) y Kashgar (región autónoma de Xinjiang). Pero entre tantos hay uno, el Qingping de Guangzhou, que es muy especial, su visita excede la facultad de asombro de muchos turistas y algunos trotamundos. 
 
La ciudad de Guangzhou, antes y por cuestiones britanico-colonizadoras conocida como Cantón, se ubica en el sureste chino cerca de Hong Kong. La urbe es grande, superpoblada (unos ocho millones de habitantes) y su visita no suele dejar indiferente a nadie. Viajeras y viajeros llegados de los cuatro puntos cardinales cuentan que sus primeras impresiones de Guangzhou fueron negativas. La verdad, es que la sensación inicial que la ciudad despertó en mi fue rara, ni buena ni mala, más bien extraña.
 La primera vez que llegué a Guangzhou, de eso ya hace bastantes años, lo hice en un ferrocarril procedente de una de las zonas más pobres de China. Mi estado de ánimo no era el mejor, pues había pasado dos días encerrado en un vagón rebosante de humanidad, esperando que las aguas desbordadas de un río permitiesen al tren proseguir su ruta. Coincidió la llegada con un atardecer lluvioso. En la plaza situada frente a la estación había varios miles de personas sentadas en el suelo, apiñadas, mojándose. Aquel gentío estaba formado mayoritariamente por jóvenes campesinos que trataban de escapar de las zonas más depauperadas del país intentando alcanzar las florecientes ciudades costeras. Recuerdo algunas calles poco iluminadas, dominadas por el ruido ensordecedor del tráfico rodado que circulaba por  pasarelas metálicas situadas varios metros por encima de unas ya de por sí abigarradas calzadas (al día siguiente descubrí que sobre las pasarelas existía otro nivel por el que también pasaban vehículos). Había muchas personas moviéndose en ese ambiente húmedo y falto de luz, con excepción de brillantes neones con caracteres chinos. La gente se apelotonaba ante los chiringuitos de comida callejera. Ruídos, humos y olores confundían los sentidos. Para mi, aquello era como una vivencia del pasado, un “deja vu”. Una vez ya en el hotel le daba vueltas a la memoria tratando descubrir dónde había experimentado las sensaciones que me acabavan de producir aquellas calles y no fue hasta el día siguiente, con la luz del sol que al fin recordé: ¡el escenario poco más o menos sórdido de Guangzhou era calcado a algunas calles que aparecen en el film Blade Runer! ¿O sería tal vez a la inversa?

El mercado Qingping se sitúa cerca del río de las Perlas, enmarcado en ese aparente y bullicioso desorden de película de ciencia ficción. Lo que exhibe ese mercado es la mayor y más rica expresión de lo que significan las palabras colores, sabores, olores, texturas y formas. También cabe indicar que es el espectáculo más escalofriante que se puede contemplar en Guangzhou; es por ello que una cierta prevención sería necesaria antes de penetrar en el dédalo de callejones donde se emplazan los puestos de venta. No estaría de más un rótulo indicando: “El mercado puede herir la suceptibilidad del espectador”. Y todo eso, teniendo en cuenta que el entorno y limpieza del mercado ha mejorado mucho desde que en el año 2003 hubo el brote de SARS (siglas que significan sindrome respiratorio agudo severo). Desde entonces las autoridades sanitarias chinas se han esmerado en el control de cualquier lugar o establecimiento que su descuido pueda afectar a la salud: mercados, hospitales, lavabos públicos, etc.

Según por la zona que se entre a Qingping, las impresiones irán "in crescendo" o bien serán ya brutales desde el principio. Es por ello que la recomendación es entrar por los chiringuitos donde venden fármacos y preparados de la medicina tradicional china. Ante los mostradores uno queda desconcertado; es un trabajo ilusorio tratar de entender lo que se expone. -¿Para qué servirá cada uno de esos productos? ¿Qué enfermedades precisan de tales remedios? Creo que pocos occidentales son capaces de discernir el uso apropiado de una sola de esas medicinas, pero también creo que son muy pocos los dispuestos a tomarlas.- La verdad es que mirando las estanterías de una farmacia convencional, uno tampoco se hace cargo de la utilidad de tanta cajita, pero las medicinas que se muestran en Qingping rozan lo surrealista. 

Las pócimas más inocentes son las que están constituidas a partir de flores frescas o secas, hierbas y hierbajos de todos los tamaños y formas, bulbos y raíces; todo ello presentado entero, en sacos, molido o en fino polvo y siempre de variados y vivaces colores. Los bálsamos también son multicolores, de enérgicos y penetrantes aromas. La  sección más sorprendente es la que aprovecha partes de animales como las garras y zarpas de osos, monos, y otros mamíferos y también aves. Las lenguas son otro de los apéndices abundantes, procedentes de quien sabe que bocas. Las cornamentas de una amplia colección de rumiantes están prestas a ser molidas y servidas como brebajes. Los animales desecados también colman sacos y cestos, allí se pueden adivinar cadáveres de escorpiones, lagartos, camaleones, grandes insectos. Las serpientes secas se sirven enroscadas como si fuesen ensaimadas mallorquinas.
Entrar en la zona destinada a productos culinarios obliga a abandonar la mínima aversión a la sangre y estar dispuestos a soportar los olores más fuertes que puede emanar cualquier fauna viva o muerta, especies y vegetales. Esa sección gastronómica, la más importante del mercado, hace bueno el dicho que ha hecho famosa la cocina local: «En Guangzhou se come todo lo que vuela, excepto los aviones y todo lo que tenga patas excepto los bancos y sillas».
El recetario local abarca más de cinco mil cuatrocientos mil platos, cada uno con fórmulas culinarias de lo más dispar y basadas en treinta métodos distintos de ser cocinados. Es la mezcla de los elementos más extravagantes que jamás se hayan podido imaginar, pero con un sabor, frescura y presentación excelentes y que sin duda no decepcionan a ningún paladar exigente. El exotismo es fácil de detectar, basta con traducir el título, siempre sugestivo, de algunos de sus más afamados logros, platos capaces de sobrecoger a los más refinados gourmets y de despertar la imaginación y, ¿por qué no?, las papilas gustativas: «Chuletas de serpiente con hígado de pollo», «Trozos de serpiente cuatro‑tesoros», «Carne de serpiente Cien Flores», «Carne de Dragón, Tigre y Fénix», plato a base de serpiente, gato y pollo.
La presentación de los productos en los distintos tenderetes pone a prueba a los  amantes de los animales. El espectáculo de cientos de jaulas con perros, gatos, patos, pollos, gallinas, armadillos, monos, etc. sólo es la antesala de un averno de aullidos primero y después sangre. Sucede, que una vez elegida la bestia por el comprador, sea sacrificada y despellejada allí mismo. El resultado son unos mostradores y unos suelos donde el rojo sangre lo colorea todo.
Quienes hayan superado la sección dedicada a los mamíferos pueden atreverse a la de los reptiles, algo menos teñida de rojo pero también impactante. Encerradas en unos cilindros de caña o alambre se hallan las serpientes vivas. Hay mucho para escoger, desde las más pequeñas a algunas que superan los dos metros de longitud, y desde las más inofensivas culebras a los ejemplares cuya mordedura acabaría en pocos minutos con la vida de un buey. Parece que es saludable beberse la sangre de las serpientes y por eso se venden vasos llenos de ese fluido vital. La fauna acuática también tiene su espacio; en grandes barreños nadan apelotonados peces de variadas especies, pero también raras tortugas, salamandras, pepinos de mar y bichos que nunca antes habíamos visto. Conforme se deambula por el mercado la lista de lo que puede ir al puchero se va haciendo larguísima: estrellas de mar, saltamontes, grillos, gusanos varios y hasta un sinfín de animales desconocidos.
Por suerte, entrar en la zona destinada a los vegetales significa el fin de los sobresaltos. Será que el color verde calma, pues efectivamente los sentidos se tranquilizan a la vista de las lechugas, ajos tiernos, cebollas y otras muchas verduras expuestas, algunas conocidas y bastantes no identificadas.
Con el espíritu sereno se puede recorrer con calma lo que queda por ver en ese mercado atípico. Ahora son los bonsáis, árboles obligados a ser enanos pero muy bellos. Después, un enjambre de niños absortos frente los acuarios, apenas dejan atisbar los peces de colores. Un poco más allá se abre la única sección donde el turista se halla a sus anchas, los vendedores de “antigüedades” y artesanías aguardan a los incautos.
La mejor manera de acabar la visita del mercado de Qingping es dirigir los pasos hacia alguno de los buenos restaurantes de la ciudad, sentarse en la mesa y pedir a la suerte algunos platos. Mientras vamos masticando lo que nos han servido podemos cerrar los ojos y rememorar lo visto un rato antes. Si después conseguimos una buena digestión podemos considerarnos unos viajeros-gastrónomos aventajados.

*Texto inspirado del libro: RUMBO ACHINA, de Toni Vives y Josep Giró. Editorial Laertes.