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martes, 25 de septiembre de 2012

Expedición al Shisha Pangma


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Escribo estas líneas con la añoranza de una fabulosa experiencia montañera y a la vez con el amargo regusto de haberme enterado hace un par de días de la pérdida de Martí Gasull, un querido alpinista del barrio barcelonés de Gràcia, sepultado por una terrible avalancha en el Manaslu . Descansa en paz Martí.

El Shisha Pangma visto desde el campo base avanzado

Hace exactamente veinte años, en la tarde del 26 de septiembre de 1992, que después de muchos esfuerzos, las granadinas Amparo Ortega e Inmaculada Fernández, con las que hice cordada, pudimos alcanzar la cumbre del Shisha Pangma central siguiendo la arista norte.


Esta montaña tibetana tiene una altura de 8.027 metros en su cumbre principal y 8.013 m en el central, por lo tanto es el más "pequeño" de los catorce picos de más de ocho mil metros que hay en la Tierra.


Desde este blog, quiero recordar a las demás personas que llegaron a la cima del Shisha Pangma el mismo día: la alpinista catalana Magda Nos y el sherpa Ang Phuri, y los dos componentes de la expedición Sabadell - 92, Rafael Fuentes y Toni Bericat, acompañados del nepalí Saila Tamang. Y sobre todo un especial recuerdo para el sherpa que nos ayudó durante el accidentado descenso hacia el campo III situado a 7.600 metros (una de las chicas desarrolló ceguera de la nieve y debido a la lenta bajada se nos hizo de noche). También agradecer a Enric Ripoll de la agencia de viajes Muztag, su ayuda en la organización de la expedición y su labor durante la misma, colaborando en todo momento hasta más arriba del campo III.

El autor durante la ascensión

Aunque hayan pasado dos décadas, los recuerdos de la ascensión a una de las más grandes montañas del Himalaya y por tanto de nuestro planeta son de aquellos que no se borran. Tengo bien grabados en la memoria todos y cada uno de los momentos de la expedición, desde los problemas burocráticos en las aduanas nepalí y china para pasar con un camión cargado de víveres y material de montaña, hasta el regreso a Katmandú, cuando me robaron un petate con todas mis pertenencias, incluidos casi todos los carretes fotográficos con el material gráfico de la expedición. Y sobre todo tengo bien presente el día de la ascensión, el retraso que fuimos acumulando por la mala condición de una nieve demasiado profunda, y en especial el descenso en circunstancias precarias, una noche muy, muy fría (las linternas dejaron de funcionar seguramente debido a las bajas temperaturas) y la dificultad en encontrar la traza en la oscuridad. Evoco como si fuera ayer el momento en que vimos las señales luminosas que nos hacían desde el campo III, y la rápida ascensión de un anónimo sherpa que vino a buscarnos y nos ayudó a bajar a la chica que había quedado sin visión. La acción de este sherpa es una más de las muestras que nos hace ver la especial condición y valor de este pueblo que dedica sus esfuerzos a que los alpinistas de todo el mundo podamos alcanzar las montañas más elevadas.


Aquella fue la primera vez y única, que me atreví con un ocho mil. La experiencia recogida a lo largo de muchos años de aprendizaje, primero en los Pirineos, luego los Alpes y ya más tarde en grandes montañas de más de siete mil metros, me pareció suficiente para atreverme a con el más modesto de los catorce ocho miles. El Shisha Pangma, también conocido como Gosaithan, es considerado uno de los gigantes "fáciles", aunque pienso que por encima de los 7.500 metros no hay nada fácil si las condiciones se te ponen en contra. Por suerte esa temporada post-monzón fue benévola con los montañeros y a pesar temperaturas muy bajas, mantuvo durante bastantes días los cielos bien serenos. El grupo expedicionario, que pese a ser heterogéneo, se comportó con mucha camaradería, donde todos colaboraron ​​en la consecución de la cima, y ​​el hecho de que los dioses de las montañas nos fueran propicios, seguramente fueron los elementos precisos de un cocktail perfecto.
El autor, Amparo Ortega y Macu Fernández de regreso a Barcelona

El recibimiento

Dudo mucho que algún día se me pase por la cabeza de dirigir los pasos hacia otro ocho mil, para estar allí se requiere demasiado esfuerzo y sufrimiento, pero las lecciones que me dio aquella montaña, seguro me seguirán sirviendo en las ascensiones más modestas. El mundo está lleno de cumbres de moderada dificultad en las que siempre se puede encontrar lo que uno busca.

1 comentario:

  1. Enhorabuena (aunque sea 20 años tarde) por haber alcanzado la cumbre... yo soy una aficionadilla a la montaña, pero me conformo con los Alpes y el Pirineo...
    Saludos viajeros,
    trini.

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